lunes, 21 de julio de 2008

El hombre de los relojes


El hombre que vive en la colina cerca de las colmenas humanas, cerca de los juegos de los niños. Ese hombre acude siempre a sus relojes, relojes de sol, relojes de cuarzo, relojes de tiempo perdido. Surcan su vida los minutos, segundos y cuartos, en punto y media,... y no le alcanza ninguno de ellos. Sudoroso exhala y bufa. Camina rápido, habla rápido, piensa rápido... vive rápido.... Sulfuroso su cuerpo, lleno de cafeína y descontrol. Sigue acallando las palabras lentas de los demás en un vertiginoso monólogo lleno de oquedades y vacios.
Sigue apabullando el pensamiento ajeno, con sus pensamientos eléctricos, y sin sentido.
El otro? quién es el otro? existen otros? Piensan otros? Ego ego ego, puro y duro.
Velocidad al vestirse, velocidad al desvestirse. Al comer remonta vuelo, al deglutir sigue su camino. Los relojes marcan su agonía, no quiere que pase el tiempo, el tiempo es algo que él no puede dominar ni con palabras, ni con pensamientos, ni con movimientos rápidos, cual mago o prestidigitador. El tiempo se escapa, se escurre entre las manos, entre los dedos rápidos. Este hombre señores vive en esta ciudad, lo he encontrado en este lugar tan lento, sobresale de los demás si quieren encontrarlo su castillo está en la colina, entre los juegos de los niños, en la tirolina, en las hamacas, en el lugar del conocimiento, búsquen a un ser rápido, agitado, despreciador de la vida, de la amistad sincera, de lo humano, de lo sencillo, de lo lógico, en fín allí lo verán, tendido entre sus relojes falsos, entre los papeles negros sin ley....

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